

Cuando comenzamos una relación de pareja, normalmente, nos sentimos ilusionados, más alegres de lo usual, incluso en ocasiones hasta experimentamos cierta euforia así como una, más que placentera, sensación de plenitud. A medida que la relación se va consolidando, encontramos en nuestra pareja a nuestro amigo, nuestro confidente, nuestro amante, y lo más importante, nuestro compañero de vida. Dejamos de pensar en “yo” para pensar en “nosotros”.
Por todo ello, cuando llega el momento de la ruptura y nos separamos de nuestra pareja, es necesario elaborar un duelo, por la pérdida que implica perder a ese compañero de vida, y dejar de pensar en ese “nosotros” para volver a pensar en “yo”. El fin de una relación sentimental, en la mayoría de ocasiones, suele ser doloroso, tanto si somos nosotros quienes hemos terminado con la relación como si ha sido nuestra pareja. Como es lógico, durante este periodo, es totalmente normal sentir tristeza, frustración, ira e incluso cierto sentimiento de culpabilidad. Nos sentimos desubicados, nuestra autoestima se ve afectada y, además, experimentamos una serie de situaciones tensas (encontrarnos a nuestra expareja y no saber de qué manera reaccionar, amigos que nos dan de lado, explicaciones familiares, etc.), que no solo nos hacen sentirnos peor, sino que encima no ayudan a que logremos dejar de pensar en ello. La intensidad de nuestras emociones y su duración dependerá de cada persona así como de la situación (el apego establecido, las causas de la separación, cómo se ha interpretado ese final, de la vida social que uno tenga, etc.). En esos momentos, tenemos la sensación de que nunca recuperaremos la normalidad, de que nunca volveremos a ser felices. Pero incluso aun pareciéndonos algo imposible en esos momentos, ese periodo es pasajero.
Aunque no todos vivimos este proceso de la misma manera, generalmente tras una ruptura de pareja atravesamos las siguientes fases:
1. Negación. Nos sentimos en estado de shock, y no aceptamos lo que está ocurriendo.
2. Anhelo y búsqueda del otro. En esta fase, aceptamos la ruptura, pero no a nivel emocional. “No estamos juntos, pero nos queremos por lo que es muy probable que algún día volvamos a estar juntos”. En esta fase, se suele buscar el contacto del otro: coincidir en eventos de amigos, llamadas telefónicas, mensajes, redes sociales… A menudo, se malinterpretan conductas del otro como señales de una posible reconciliación, haciendo muchas veces que esta etapa se prolongue en el tiempo, generalmente, hasta que la otra persona comienza una nueva relación, lo cual suele ser aún más doloroso si cabe.
3. Frustración y desamparo. Se acepta la ruptura pero se tiene una sensación de molestia continua. Aparecen sentimientos de melancolía y nostalgia, cargados de resentimientos y culpa. Se idealiza el pasado y se culpabiliza a todo y/o todos por la ruptura.
4. Desorganización y desesperanza. Aquí el dolor puede ser muy profundo. Se toma conciencia de la realidad, y llegan sentimientos de la pérdida real y la soledad. No se siente ilusión por nada, o por muy pocas cosas. Esta es la peor de las fases del duelo, ya que la persona puede tender a llenar ese vacío sin estar preparado para ello, con nuevas parejas, con conductas nocivas,…
5. Conducta reorganizada. Vuelve a aparecer la luz al final del túnel. Se empieza a ver el futuro como una nueva oportunidad, con más optimismo, y los pensamientos sobre la expareja o la ruptura ya no son tan dolorosos. Se siente menos ira y culpa, y se tiene un mayor control sobre uno mismo, ya que se percibe la situación con mayor objetividad.
Finalmente, recuerda que cuando una relación de pareja se termina, no sólo se trata de un final, sino también de un comienzo, el inicio de una nueva etapa que puede ser tan buena o incluso mejor que la vivida hasta el momento. Por ello, interpretar esta nueva situación como una oportunidad para empezar a escribir nuestra propia historia es una buena forma de alejarnos del dolor y de acercarnos a nosotros mismos. Porque, a partir de ahora, podremos ser los protagonistas de nuestra propia vida y el cómo decidamos vivirla, dependerá tan solo de nosotros.
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Entrada realizada por nuestra psicóloga Ana Perez Martinez