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MIEDO, LAS CLAVES PARA ENTENDERLO Y ACEPTARLO.

miedo en tratamiento psicológico

Hoy vamos hablar del miedo, ese ser maléfico que nos paraliza y nos hace sentir vulnerables.

¡Qué mala fama tiene! A nadie le gusta. Sin embargo, tiene otra lectura que merece la pena observar.

El miedo nos lleva acompañando desde que nacemos a todas nuestras aventuras en la vida. Es nuestro compañero de viaje. Lo vemos en el reflejo del espejo, en la mirada de los demás, en el gesto de culpa de los niños, en el enfado de mi compañero de trabajo o en la inseguridad de mi pareja… Estamos rodeados de miedo, pero ¿no deberíamos habernos acostumbrado ya?

Realmente parece que no, que vivimos en una cruzada constante contra él. “Quiero quitarme el miedo” es una de las frases que más escucho en la consulta. Y ¿para qué?, suelo preguntar.

Para sentirme más fuerte, más capaz, para movilizarme, para tomar decisiones…

¿Y para eso necesitamos realmente eliminarlo?

La realidad es que esta emoción tiene un valor evolutivo incuestionable:

El miedo nos protege. Sin él, no sabríamos lo que nos hace daño.
El miedo nos revela lo que para nosotros es importante. Sin él, nos sería muy difícil saber lo que de verdad necesitamos.
El miedo nos hace cautos. Sin él, no reflexionaríamos nuestros actos.
El miedo nos hace velar por los demás. Sin él, predominaría el desarraigo.
En definitiva, el miedo nos cuida.

El miedo no existe para paralizarnos o para hacernos infelices. Sino para acompañarnos en nuestras vivencias, para que las experimentemos al mismo tiempo que nos cuidamos, para que no nos olvidemos de nuestras necesidades y para avanzar desde el amor a nosotros mismos.

En lugar de negarlo y evitarlo, resulta más sano reconocerlo y aceptarlo, dándole su legítimo lugar dentro de nosotros. Porque cuando reconocemos al miedo como algo natural y no nos asustamos de que se muestre, solemos vivir con una mayor tranquilidad. Al fin y acabo, se trata de que progresemos hacia una mayor aceptación de “todas las partes” de nosotros mismos, tanto las más amables como las menos. Y eso es sinónimo de éxito.

Recuerda que aquello a lo que puedo mirar de frente, suele vivir en calma. Sólo aquello que existe pero que niego, se hace grande y llama a mi puerta insistentemente con la esperanza de que alguien le preste atención.

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