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“Yo controlo”

Todos hemos oído más de una vez comentar a alguien cercano aquello de “no te preocupes, si yo controlo”, e incluso me atrevería a decir que nosotros mismos nos hemos sorprendido haciéndolo en alguna ocasión.  Sin embargo, cuando esto ocurre en boca de los demás, generalmente expresamos condescendencia porque sabemos que se trata de un error perceptivo o una mera justificación; mientras que cuando somos nosotros quienes la emitimos, la consideramos como un juicio comprensible y verdadero.

Una persona se vuelve adicta a una sustancia porque ésta modifica los patrones de respuesta cerebrales, es decir, estimulan el área del cerebro relacionada con la recompensa. Esta misma área se activa cuando comemos algo que nos gusta, cuando hacemos deporte, practicamos sexo o incluso cuando nos halagan. Si no existiera, no experimentaríamos placer. Así que, ¿por qué tenerle miedo a la zona más “guay” de nuestro cerebro? Esta región, llamada sistema límbico, libera una serie de sustancias, neurotransmisores, que son los que generan esa sensación de bienestar.

Cuando consumimos sustancias psicoactivas, entendidas como cualquier sustancia que altera el sistema nervioso central, aumentamos la actividad de los neurotransmisores que nos proporcionan bienestar. Con alta probabilidad volveremos a consumir para reexperimentar la experiencia, y así sucesivamente. De esta manera, no nos daremos cuenta de cómo nuestro cerebro, que de forma natural tiende a regular los neurotransmisores que lo componen para que estén equilibrados, comienza a metabolizar con más rapidez estas sustancias. Ello produce como resultado una necesidad de consumir cada vez mayores cantidades de droga para obtener el mismo efecto. A esto lo llamamos tolerancia.

A la larga el cerebro se habitúa al consumo y cada vez va a necesitar más cantidad y con más frecuencia para encontrarse bien. Ahora, su ausencia provoca un malestar físico casi insoportable y en consecuencia una fuerte necesidad de volver a consumir para sentir bienestar. Y nosotros, sin darnos cuenta, pasaremos más tiempo buscando cómo obtener la droga que disfrutando del resto de actividades de la vida diaria en las que sí merece la pena invertirlo. Esto es lo que llamamos dependencia.

Los signos y síntomas de malestar físico y psicológico que producen la abstinencia dependen de la sustancia. Entre ellos, los más comunes son:

1. Alcohol: temblores, insomnio, sudoración, náuseas… pudiendo llegar a convulsiones o alucinaciones en los casos más graves.

3. Heroína: lagrimeo, rinorrea, irritabilidad, temblores, bostezos, piloerección, dilatación pupilar, insomnio, vómitos, diarrea, calambres musculares y pérdida del apetito.

4. Cocaína: depresión, irritabilidad, insomnio, cambios en el apetito, náuseas, letargia, anergia, enlentecimiento psicomotor, trastornos en el ritmo del sueño, hipersomnia, apatía.

5. Cannabis: insomnio, hiperactividad y disminución del apetito.

6. Anfetaminas: fatigabilidad, trastorno del sueño, alteraciones del apetito, irritabilidad y humor depresivo.

8. Tabaco: ansiedad, irritabilidad, alteración del sueño.

Cuando aún no experimentamos los síntomas de abstinencia o si son muy débiles, falsamente podemos percibir que controlamos el consumo de la sustancia y que lo hacemos cuando queremos. Sin embargo, realmente no la buscamos tanto cuando queremos sino cuando nuestro cuerpo la necesita, aunque lo disfracemos de una actividad voluntaria.

En un principio, el consumo de sustancias puede realizarse de forma experimental, esporádica o frecuente, pero casi siempre de forma controlada durante las primeras fases. En un momento determinado la persona puede decidir abandonar sin reclamar ningún tipo de ayuda profesional y conseguirlo. Sin embargo, otros sujetos pueden quedar atrapados en un consumo incontrolado que se va perpetuando por bucles de necesidad y búsqueda, quedando fuera del espacio de decisión de la persona, ya que el consumo incrementa las dificultades para controlar la propia conducta, es decir, nuestra capacidad de decidir y obtener objetivos se ve mermada.

Son muchos los factores que pueden llevar a una persona a iniciar el consumo y a mantenerlo. Entre ellos merece la pena destacar:

Rasgos de personalidad: la relación entre personalidad y consumo de drogas es bidireccional pues unos rasgos de personalidad determinados pueden promover el consumo y a su vez el consumo pude agudizar ciertos rasgos de personalidad. Esto es así, debido a que las drogas utilizan las mismas vías neuronales que se encuentran implicadas en la génesis de los rasgos básicos de personalidad (Roques, 2000; Fernández-Espejo, 2002).

Es importante señalar que no existe ninguna “personalidad adictiva” que sea causa del consumo. Pero existen ciertos rasgos generales que se relacionan con el mismo.

– Baja reflexividad o impulsividad, personas  que no valoran bien las consecuencias de sus actos.

– Pobre capacidad de expresión emocional. Personas retraías que no saben o no les gusta expresar cómo se sienten.

– Escasa tolerancia a la frustración y pobre manejo del estrés y las emociones negativas.

– Pocas habilidades para resolver problemas y dirigir la conducta hacia unas metas plausibles y no utópicas.

– Escasa capacidad de autocontrol, especialmente ante la frustración.

– Déficits de asertividad en las relaciones sociales. Personas que no saben cómo expresar su opinión o necesidades y al mismo tiempo respetar las de los demás.

– Personas con alta necesidad de búsqueda de sensaciones nuevas y emocionantes.

– Autoconcepto pobre o negativo en el que la persona no reconoce sus virtudes y considera su nivel de desempeño personal y social más bien bajo.

Contexto socio-económico: variables como el desempleo, circunstancias familiares complicadas o círculos sociales en el que está tolerado y normalizado el consumo pueden contribuir al contacto con las sustancias adictivas.

Creencias acerca de la sustancia y sus efectos: A veces se tienen altas expectativas con respecto a una sustancia, ya sea porque alguien nos haya comentado sus efectos, porque los hayamos visto en otros o los hayamos experimentado nosotros mismos alguna vez. En la inmensa mayoría de las ocasiones consideramos que los efectos de la sustancia nos generan un estado de bienestar, control y desempeño social por el que merece la pena consumir. Sin embargo, olvidamos que esto es un engaño perceptivo, un estado subjetivo que no se corresponde con la realidad.

Conforme el consumo se hace más regular se van fortaleciendo las asociaciones entre el contexto directo del consumo y el estado de bienestar que produce la sustancia. Es decir, asociamos ciertas personas, lugares, pensamientos y emociones a la evasión y bienestar que produce la droga. La simple aparición de estos factores va a propiciar la necesidad de consumir y volver a experimentar los efectos, fortaleciendo así, la adicción.

“Las drogas destruyen tu memoria y tu propio respeto. No son buenas, pero no pienso ir ahora predicando contra ellas”

Kurt Cobain

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Referencias:

Alonso-Sanz.C, Martínez-Lorca.M (2003) Búsqueda de sensaciones, autoconcepto, asertividad y consumo de drogas ¿Existe relación?. Trastornos adictivos. Vol.15 Núm.2 Págs.145-158

Becoña E, Cortés MT, Pedrero EJ, Fernández Hermida JR, Casete L, Bermejo MP, et al. Guía clínica de intervención psicológica en adicciones. Guías clínicas Socidrogalcohol basadas en la evidencia científica. Barcelona: Sociodrogalcohol; 2008

Pedrero-Pérez. EJ, (2003) Los trastornos de la personalidad en drogodependientes desde la personalidad de los cinco grandes factores. Trastornos adictivos. Vol.5. Núm. 03.Págs. 203-220.

Pedrero-Pérez. EJ, (2008)El tratamiento de la dependecia de la cocaína “guiado por la personalidad”. Trastornos adictivos. Vol. 10. Núm. 04. Octubre 2008

ROQUES, B.P. (2000): La dangerosité des drogues: mécanismes neurobiologiques des addictions et approaches thérapeutiques. Les Sélections de MédecineISciences, 18: 24-32.

E. Sánchez-Hervás, SV. Tomás Gradoli , E. Morales Gallús (2004) Un modelo de tratamiento psicoterapéutico en adicciones. Trastornos adictivos. Vol. 06. Núm. 03. Julio 2004

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