

Hoy hablaremos sobre las rabietas, ¿a qué adulto no le ha tocado vivir en alguna ocasión una rabieta de alguno de sus hijos mientras pensaba “tierra trágame”? Sin duda, pocos serán los afortunados que no han tenido que pasar por ello en algún momento de su vida como padres.
Por este motivo, considero fundamental que entendamos que este tipo de conductas, en los primeros años del desarrollo del niño, son absolutamente normales, tratándose, simplemente, de una forma inmadura de expresar ira o enfado. Por lo tanto, en estas circunstancias, no deberían ser motivo de preocupación.
Niños y niñas, desde muy pequeños aprenden que el llanto es uno de los mejores recursos para reclamar la atención de sus progenitores. Durante las rabietas, es muy frecuente, que además de dicho llanto, aparezcan gritos, los pequeños se tiren al suelo, pataleen… Este tipo de comportamiento se considera una parte normal del desarrollo del niño, sobre todo desde el año hasta los tres años de edad, tendiendo a su desaparición, en torno a los cuatro años.
Entonces, ¿cuándo podemos considerar que se trata de una conducta problemática?
La respuesta es muy clara, cuando el niño lo utiliza para conseguir algo de forma intencionada, siendo la rabieta el instrumento utilizado para ello. Normalmente cuando esto ocurre las rabietas se vuelven muy intensas y/o frecuentes, apareciendo al obtener una negativa ante algo que el pequeño desea o al anticipar que existirá cierta dificultad a la hora de lograr lo que anhela, recurriendo entonces al llanto y al enfado como respuesta a la frustración.
Cuando permitimos que el niño o niña obtenga lo que ansía, normalmente, su conducta cambiará, dejando de llorar, de patalear… Es decir, volviendo a la calma. De esta forma, el pequeño recompensa así a los padres que ven desaparecer la incómoda conducta del niño/a. De este modo es el menor el que domina la situación y termina dirigiendo la solución del conflicto. Por ello, es importantísimo que estos procesos de recompensas se encaucen de un modo adecuado por parte del adulto, para evitar que la personalidad del niño termine inclinándose hacia la impulsividad e intolerancia.
¿Cómo podemos actuar ante una rabieta?
Ignorar es una manera efectiva de impedir las rabietas, o al menos, de evitar reforzarlas. Debemos saber que cuando empezamos a ignorarlas éstas pueden intensificarse durante un período de días o incluso semanas antes de que el menor empiece a ceder.
Si no se logra controlar la rabieta, y la situación lo permite, se puede adoptar una actitud de indiferencia, hacer como que ignoramos la conducta del menor, para lo que no debe manifestarse enfado, ni hacer promesas o proferir amenazas. El niño pretende llamar la atención, por lo que si terminamos cediendo y atendiéndolo de cualquier modo, él ganará y, aún sin ser nuestra intención, terminaremos reforzando dicha conducta.
Instrucciones:
- Separarse del niño/a. Incluso podemos irnos a otro cuarto.
- Continuar haciendo lo que se estaba haciendo.
- No hablar, o de hacerlo, que sea con un tono de voz neutral y asegurándonos de que nos presta atención (descender al nivel de sus ojos y establecer contacto ocular con él/ella para captar su atención)
- No tratar de razonar con el menor, no nos va a escuchar. Simplemente le diremos “cuando estés tranquilo te haré caso”.
- Si está cerca de un objeto que consideramos peligroso, moveremos al niño o nos quitaremos el objeto en cuestión. No debemos dejar que el niño/a se haga daño o cause daño a nadie.
- Si la rabieta tiene lugar en un sitio público, podemos llevarle a un sitio tranquilo. Si su actitud es violenta, podemos contenerle, sujetándole, pero sin hablarle o mirarle.
- Si reconoce que un evento en particular va a hacer que su hijo pierda los estribos trate de desviar su atención hacia alguna otra cosa, algo que le guste.
- Una vez que el niño/a esté más tranquilo, deberemos mostrar una actitud amistosa. No podemos mostrarnos rencorosos por lo ocurrido.
- Aunque es difícil, debemos intentar crear un clima de tranquilidad en torno a la situación, mantener la calma y el control.
- Y recuerde, no ceda, tampoco trate de ofrecer premios o recompensas para que abandone su rabieta. Es difícil aguantar pero valdrá la pena.
Por último, es importante que tengamos muy claro que:
- No atender una rabieta no consiste en rechazar al niño afectivamente. Consiste en retirar la atención ante la rabieta y darla ante un comportamiento más adecuado. Hay que tener cuidado para no confundir rabieta con una necesidad real.
- Cuando empecemos a no atender las rabietas, la conducta en lugar de disminuir va a aumentar. No hay que asustarse, es normal, después irá disminuyendo. La intensidad y frecuencia bajarán más rápidamente si utilizamos el refuerzo positivo para las conductas deseadas.
- Las rabietas, ocasionalmente, vuelven a aparecer. Debemos actuar entonces como teníamos prefijado. Con el paso del tiempo comprobaremos que cada vez irán apareciendo con menor frecuencia hasta desaparecer por completo.
Es posible que a pesar de estas instrucciones, te sientas sobrepasado y necesites ayuda. En ese caso, en nuestro Centro de psicología Psiqué en Murcia podemos ayudarte, ¡contáctanos!
Recuerda que compartir es vivir, si te ha gustado este artículo ¡no dejes de ayudarnos a que llegue al máximo de personas posible en nuestra página de Facebook!
Entrada realizada por nuestra psicóloga Ana Perez Martinez